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EL GATO OMAR (2001)


El gato Omar se levantó muy temprano. Abrió su cochera y manejó el gatoauto hasta el supermercado. Ahí compró leche y una lata de atún. Éste era un día especial para él, y por eso quería tomar un buen desayuno.

Cuando llegó a casa fue directo a la cocina para preparar un plato con leche con chocolate y otro con trocitos de pescado.

-¡Ñau! ¡Ñau! ¡Qué rico está esto! –se dijo el gato Omar, lamiéndose el bigote.


-¡Hoy es mi día! Me voy a declarar a la bella Marina –añadió, lamiéndose las patitas delanteras.

Una vez que hubo de comer y acicalarse, porque los gatos no pueden dejar de hacer las dos cosas, se fue a su dormitorio para elegir el traje que vestiría en esta noche tan romántica.

Omar abrió su closet y deslizó sus pupilas por treinta ternos elegantísimos. No era un felino millonario, pero le gustaba comprarse ropa.

Luego de un buen rato, por fin se decidió. Estiró su patita derecha y cogió un hermoso traje azul.

-¡Con éste conquistaré a mi amada! –maulló emocionado Omar y se acostó en su camita para descansar. Le esperaba una larga noche.

Pronto la oscuridad fue total, se encendieron las ampolletitas en las calles de la ciudad y en algunas casitas. Omar despertó, se paró en sus cuatro patas y se estiró rítmicamente. Después se puso el terno azul sin encender la luz, pues gozaba de una excelente visión nocturna.

Como la hora de su cita se acercaba, saltó desde la ventana hacia el tejado de la casa vecina. Después a otra y a otra casita, hasta que encontró a Marina sentada a la orilla de una cornisa. Lucía toda blanca, como si s ehubiera vestido del color de la luna. Omar se aproximó lentamente a Marina, pero ella movió su nariz, como reconociendo un olor familiar y volteó.

Se miraron largamente, dilatanto sus pupilas y parándose las orejitas de ambos. Marina movió su colita, pero Omar no reaccionó. Se produjo entonces un silencio inesperado.

Por fin ella dijo: -Omar, ¿Cómo estás?

Y Omar contestó: -Miau.

-¡Omar! –repitió ella, algo molesta.

-Miau

-¡Omar! –insistió Marina-, muy enojada. Pero el gato volvió a repetir: -Miau

Entonces la pequeña dio media vuelta y saltó la cornisa diciendo: -No basta que vengas como un príncipe para que yo te quiera, Omar. También necesitas saber hablar.

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