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LA MARIPOSA MARGARITA (2001)

La mariposa Margarita tomó un baño de sol de tres horas en una hoja verde que asomaba tímidamente. Primero se tendió de espaldas, luego giró y levantó su cabecita para observar a sus hermanas mariposas. Todas estaban arreglándose para ir a la fiesta que daría la reina. Mientras algunas tenían puesto un traje nuevo. Otras se conformaron con sus vestidos remendados. No era que estuvieran muy gastados, sino que el contacto con el agua, el roce del viento y la luz solar les hacía verse un poco descoloridos.

Margarita se sabía, sin embargo, la más hermosa de sus hermanas. Con orgullo recordaba como en la fiesta anterior todos los mariposones la invitaban a bailar. Ella aceptaba muy coqueta y danzaba alegremente. Cuando terminaba el baile estiraba su trompita y daba un beso a su pareja. Luego daba media vuelta y aleteaba muy rapidito hacia algún rincón donde esperaría a su próximo compañero.

¡Qué feliz había sido! ¡Qué feliz era! Margarita no dejaba de pensar en la fiesta y en los enamorados que tendría. Tomó un pequeño espejo y se miró un largo rato. Pero unas cortas risitas interrumpieron su contemplación.

-¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Je!

-¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Je!

Margarita miró a sus hermanas y puso cara de duda.

-¿De qué se ríen?, preguntó curiosa, mirando hacia todos lados para saber qué causaba tanta alegría.

-Ya sé, les dijo. Se alegran de tener como hermana a una mariposa tan bonita como yo.


Como las mariposas rieron todavía más, Margarita se puso de pie para agradecerles formalmente el honor que le hacían. Sin embargo, no pudo pararse. Tanto sol le había hecho mucho daño, porque se habían desteñido y arrugado sus alitas.

Margarita sentía mucho dolor y mucha vergüenza por lo que le ocurría. Se echó de nuevo sobre una hoja y ocultó su cabecita para que no la vieran llorar.

Cuando todas las hermanitas mariposas se fueron al baile, Margarita levantó su cabecita. Estaba oscuro, pero la luna alumbraba desde el cielo. La mariposita miró a la luna y le pidió ayuda.

-Señora luna ¿Qué puedo hacer para ir al baile?

La luna muy blanca le contestó:

-Es tu hora Margarita. Nada puedo hace por ti mi pequeña.

Margarita llenó sus ojos de lagrimitas y lloró toda la noche, convirtiendo la hoja en la que descansaba en un pequeño tobogán por donde se deslizó su cuerpecito.

Al amanecer llegaron todas las hermanitas que había ido al baile. Venían muy contentas y cansadas. Al acercarse al sitio donde había quedado Margarita no la vieron. En su lugar un gusanito se movía muy rápido dentro de un saquito. Asombradas volaron alrededor de él. El gusanito asomó la cabecita y vio como el sol se estiraba y bostezaba luego de haber dormido toda la noche.

Entonces, del pequeño saquito salió la más bella mariposita que se hubiera visto. Tímidamente aleteó por primera vez, sintiendo la mirada de sus nuevas hermanas.

-¿Cómo te llamas?, le preguntaron.

-Margarita, contestó, moviendo las alitas.

-Ven a jugar con nosotras, le dijeron. Y juntas se fueron volando alegremente por el jardín florido.

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