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EL TRONO DEL SOL (2001)

Hace miles de años los seres vivos habitaban sobre la superficie de nuestro planeta. Estaban en todas partes, de día y de noche, bajo la luz del sol y de la luna.

Un día, el sol y la luna discutieron. Fue en la madrugada. La luna quería quedarse acompañando al sol y éste deseaba permanecer solo en el cenit. Quería que lo adoraran como a un dios.

Como la luna no quería irse, el sol se acercó a ella y le dio un beso en el rostro blanco.

-¡Ay! ¡Ay! -Se quejó la luna y se fue al mar a mojarse la carita. El sol la había quemado.

La luna no sabía nadar. Cuando metió su cuerpecito en el agua. Al principio se sitió muy bien; sin embargo, su piel comenzó a ponerse resbaladiza y la luna se fue hundiendo hasta el fondo del mar. Nada pudo hacer. Desde arriba el sol la miraba riendo.

Los siguientes días fueron de mucho calor. El sol cansado y aburrido de caminar desde la mañana al anochecer, se construyó un sillón de oro en el cual permanecía sentado todo el día. Desde allí contemplaba el mundo durante el día. En la tarde se iba detrás de las montañas a dormir. Cuando esto ocurría, la noche se apoderaba del mundo. Todo se ponía muy oscuro.

Un día el sol dio un gran bostezo en su trono. Estaba muy aburrido, porque ya no veía animales, bosques ni ríos. Se levantó y se puso a caminar en busca de seres vivos.

Luego de varias horas se dio cuenta de que no había ningún rastro de vida en la superficie. El terreno antes verde se encontraba seco. La tierra se había resquebrajado y no había restos de animales. Apenado decidió volver a la montaña y descansar luego de esta larga caminata.

Al amanecer, el sol no se quiso levantar. -¿Qué voy a hacer?- se preguntaba sin encontrar respuesta. Se dio media vuelta en la cama y siguió durmiendo.

Horas después se despertó inquieto. Había escuchado un silbido familiar. Rápidamente saltó de la cama y apareció en el cielo. Miró a todas partes, pero no vio a nadie. El silbido volvió a escucharse y entonces comprendió. Era el viento.

-¿Qué haces por aquí hermano viento?

-Vengo a remover esta tierra reseca. Es ideal para formar cerritos de arena. ¡Mira!

Ante el asombro del sol, el viento levantó un poco de arena y se la arrojó en el rostro.

-¿Qué es esto?- preguntó el sol.

Un desierto, hermano. Reinarás ahora en un desierto. Y diciendo esto siguió su camino, formando más cerritos de arena.

El sol entristecido, se acercó a la arena y tomó un poco en su mano -¿Qué voy a hacer con ella?- se dijo muy preocupado, mientras veía como caía entre sus dedos.

Al otro día, el sol se sintió más tranquilo. Recordó las palabras que le dijera el viento: Reinarás en un desierto. Decidido, tomó su trono y se sentó frente a sus dominios.

Al principio se sintió muy solo, pero día a día aparecieron insectos, plantas y aves. Así pudo conversar con alacranes, cactus y águilas.

Cuando vio al primer hombre se sintió muy alegre, pero como lo viera desfalleciente por la falta de agua y el exceso de calor, entristeció. Pensó entonces qué podía hacer y se le ocurrió crear un efecto óptico que permitiera al hombre ver agua. Más tarde, incluso construyó unos pequeños pozos de agua. De esta manera pudo atender a sus visitantes y a los seres vivos que habitaban en sus dominios.

El sol era un rey muy bueno. La luna lo supo y decidió una noche ir a su reino.

-¿Cómo regresaste?- dijo el sol.

-Las algas me ayudaron a flotar y así pude volver a la superficie.


El sol pidió disculpas a la luna y la invitó a su reino todas las noches.

-Te disculpo -dijo la luna- porque no soy rencorosa.

De esta forma volvieron a ser grandes amigos y el sol tuvo compañía en su reino durante el día y la noche. Incluso le ofreció a la luna sentarse en su trono por las noches mientras él descansaba.

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