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JUANITO Y SU PERRO CENTAURO (1997) Cáp. 2

Había amanecido con un sueño tremendo, como si jamás se hubiera acostado en su pequeña camita de colcha azul. Le habían dicho que si comía muchas ciruelas verdes le daría una gran indigestión. Él obviamente no había escuchado las advertencias de sus amigos, y como era su costumbre, tomó una, dos, tres y todas las ciruelas que pudo alcanzar con la mano. Después buscó una escalera y la apoyo en el árbol. Subió por los peldaños, alargando el brazo para coger laesquiva pelotita verde.

Todo había pasado en menos de una hora. Un momento exquisito que se había convertido en un terrible dolor de estómago. Llamaron entonces al doctor, quien vino con su maletín repleto de frasquitos mágicos que fueron a parar en el estomaguito afectado.


- A ver toma una cucharadita por tu papá… ahora otra por tu mamá… y ésta… por… tu hermano.

- Yo no tengo hermanos


La afirmación del doctor le había parecido una ofensa muy grave.

- Bueno, entonces por… tu gatito.

- Centauro no es ningún gato.

De nuevo se equivocaba el doc.

- Mire, me lo tomo porque sí y se acabó.

Eso era, le había dado un gran ejemplo. Como se le ocurría tratarlo como un pequeño. No, él ya estaba bastante crecidito. Ocho años era una edad importante ya.

Mientras dormía había soñado con el doctor, quien con un enorme cucharón trataba de echarle el líquido amargo en la boca. ¡Qué mal rato le hizo pasar!.

Juanito trató de levantarse de la cama. Entonces sintió que el cuerpo le pesaba y que mejor era seguir durmiendo. Se dio media vuelta y cerró los ojos. Total, hoy no iba a la escuela. Por la tarde vendrían sus primos y eso sí que era importante. Tenía que estar bien despierto cuando llegaran o si no se burlarían de él.

Los primos, Luis y Hugo, iguales como dos gotas de agua, tenían un año más que él. Siempre que lo visitaban se divertían mucho, pero acababan peleándose. La última vez fue por la locomotora. Juanito quiso que cruzara por las torres de una gran ciudad encantada. Para eso tomó las piezas del dominó del abuelo y las puso en fila, formando una larga y curvilínea fortaleza. Dentro ubicó los rieles y echó a correr la locomotora.

-¡Eso no! había dicho el menor de los gemelos, dando un manotón a la débil muralla que cayó sobre el trencito que corría a toda velocidad. Entonces Juanito dio un puñetazo al primo, pero el otro gemelo defendió al hermano, devolviéndose una patada a Juanito y así acabaron uno arriba de otro y la mamá tirando orejas y dando pellizcos para calmar a los chicos.

- Déjalos, si están jugando, dijo el abuelo.

- ¡Juego! Un día de estos van a parar todos en el hospital, gritaba la mamá, enviando con una palmada a los niños a lavarse la cara y las manos.

Por eso, debía estar bien cuando llegaran, no podía bajar la guardia frente al enemigo. Más todavía si no contaba con Centauro.

La mamá había salido al supermercado y no volvería hasta las ocho. Seguramente llegaría de mal carácter, porque los días viernes va harta gente a comprar. Juanito no le pudeencargar la barra de chocolate de la semana, por esto del dolor de estómago. Dijo que le traería galletas de enfermo y agua mineral.

- Bueno, se dijo Juanito, al menos no tengo tantas ganas de comer chocolate, pero si los gemelos vienen, apuesto que traen chocolates y se burlan de mí. El abuelo dice que un día de estos me va a convidar un trocito de su chocolate, uno que le dio el doctor. Dice que es para evacuar el estómago. No sé muy bien qué será, pero debe ser algo necesario, porque cada tres días lo veo comiendo un pedacito. En todo caso, el efecto es el igual a lo que me dio a mí con las ciruelas. No sé entonces por qué el abuelo no come ciruelas, así evacuaría sin el chocolate.

- Guau Guau Guau

- ¡Centauro!

El niño salta de la cama al escuchar los ladridos y corre a la cocina. Ahí está su fiel amigo junto a Mercedes.

- ¿Ya se mejoró mi niño?

La nana se acerca a Juanito y le toma las mejillas dándole dos pellizcos tremendos. Cuando termina, Juanito se acerca a Centauro para tomar la correa y liberarlo de la esclavitud.

- Vamos Centauro, tenemos que preparar la llegada de los primos.


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