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JUANITO Y SU PERRO CENTAURO (1997) Cáp. 3

Los muchachos venían saltando por la cuneta. Uno subía a la vereda y el otro bajaba, mientras detrás Aurora les llamaba la atención:

- ¡Dejen de hacer eso! Va a pasar un auto y hasta ahí no más van a llegar.

La señora agitaba su mano izquierda al hablar, pues con la derecha sujetaba la bolsa del mercado.

-¡Quédense tranquilos! ¡Hugo! ¡Luis!

Ninguna advertencia parecía detener a los gemelos. Tenían metida en la cabeza, la idea del juego y si alguno quería detenerlos sólo conseguiría aumentar sus deseos.

Los gemelos tenían ocho años. Habían nacido de una cesárea.

- La mamá, contaba Luis, fue al hospital para que naciera Hugo, pero al abrirle la barriga, se encontraron conmigo. Fui un hallazgo, como los tesoros de los piratas.

La razón de esto había sido que el bebé se ocultaba detrás del hermano sin permitir que los rayos x lo identificaran.

- ¡Bah! Y si no te ven, estarías todavía dentro de tu mamá.

- No, yo creo que al verme solo me habría puesto a patalear y de todas formas me hubieran encontrado. Además, el doctor dice que somos gemelos, nacimos de un mismo huevo que se dividió en dos.

- O sea, que son gallinas ¡ja1 ¡ja! ¡ja! - reía Juanito.

- ¡Tú lo serás! Se defendía Luis apretando los puños.

Por suerte aparecía Aurora y los llamaba a servirse un tazón de leche chocolatada. Esto bastaba para terminar la discusión y hacer que los primos se reunieran en la mesa de la paz.

La mesa de la paz consistía en sentarse como caballeritos para comer sin pelear. Cosa que pocas veces ocurría, ya que bastaba una mueca para que comenzar a darse patadas por debajo de la mesa. Hasta que la mamá se daba cuenta y comenzaba a dar pellizcos en las patillas de los niños.

Eso quería hacer Aurora ahora, tomarlos de las patillas y llevarlos casa, pero por llevar las bolsas y la rapidez de los chicos, debía conformarse con gritarles.

-¡Miren como tienen la ropa! ¡Recuerden que vamos de visita, niños!

- Pero si igual nos vamos a ensuciar

- Sí vamos a enseñarles un juego nuevo ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!, reía Luis

Siguieron por dos cuadras corriendo hasta que un automóvil pasó cerca de la vereda y les tocó muy fuerte la bocina. Entonces Hugo tropezó y cayó de bruces al suelo.

-¡Les dije que esto iba a pasar! Decía Aurora, dejando la bolsa a un lado y acercándose al niño, mientras que el otro gemelo corría por la vereda detrás del auto.

Una luz roja hizo detenerse al auto y el joven que manejaba sacó el brazo por la ventanilla para echar las cenizas del cigarro que fumaba.


- Ya verá, se decía Hugo, mientras se acercaba a él.

Cuando estuvo a su lado sacó una bolsa con arena y gusanos que traía para mostrarle al primo, pues era un experimento acerca de la regeneración de los gusanos. Sin dudarlo, el chico lanzó la bolsa dentro del auto.

- ¿Qué haces chico? Gritó el hombre, pero debió echar a andar auto, porque la luz del semáforo había cambiado y los autos tocaban la bocina para que partiera.

- ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Reía Hugo retrocediendo para encontrarse con su hermano y Aurora.

- ¿Qué hiciste hermano?

- Te vengué contestó Hugo y le contó lo que había hecho mientras seguían caminando hacia la casa de Juanito.


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