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Juanito y su perro Centauro (1997) Cáp. 4


-¡Juanito!

Grita más fuerte!

¡Juanitoooo!

A ver, yo te ayudo

¡¡Juanitooo!!

Los gémelos llevaban sus manos a la boca y con todas sus fuerzas gritaban para llamar al primo. Luego miraban hacia la ventana del segundo piso, pero nadie aparecía.

Vamos niños, toquen el timbre como la gente normal, les decía Augusta, mientras los chicos se subían a la reja y se dejaban colgar de una mano.

Cuando la puerta se abrió, una señora blanca y gorda como la leche caminó hacia la reja y metió su mano izquierda en el bolsillo del delantar.

-¡Bah! No la encuentro. Espera un poco, Augusta

-A lo mejor dejaste adentro las llaves, respondió la mujer

-Puede ser.

Aurora dio media vuelta y se metió en la casa. Mientras tanto Augusta se paró debajo de un árbol para protegerse del intenso calor del mediodía. Los gemelos, en tanto, seguían colgados de la reja, intentando pasar al jardín.

-¡Bájense de una vez1

-¡Empújame Hugo!

El hermano hizo lo que le pedía el hermano, enviándolo al otro lado de la reja.

-¡Cuidado, niños!- gritó Augusta al ver que Luis quedaba con medio cuerpo en el jardín. Asustada se acercó a al reja y trató de tirar del pantalón del niño. El resultado fue que Luis cayó sobre ella y ésta quedó sentadita en la vereda.

-Parece que vienen muy cansados- dijo Aurora risueñamente al asomarse por la puerta. Luego abrió la reja y ayudó a pararse a Augusta. Los niños corrieron con la intención de llegar pronto a la cocina y probar el jugo de melón que les tendría Aurora, como ocurría cada vez que iban de visita.

-Estos niños me van a matar un día de estos, se quejó Augusta

-No lo digas ni en broma, respondió Aurora, mientras la ayudaba con las bolsas.


La cocina se encontraba en el primer piso de la casa. Luego de cruzar la entrada se debía seguir por un pasillo y en el fondo doblar hacia la izquierda. Los gemelos en su carrera siempre dejaban caer algún florero o el retrato de los abuelos que se ubicaba en una mesita del siglo pasado. Pero esta vez no sólo no cayó ningún objeto, sino que no pudieron entrar a la cocina. La puertas estaba cerrada y frente a ella un soldado en posición firme les impedía entrar.

-¿Qué sucede?

-No hagas caso y entremos

Pero no pudieron hacerlo. El soldado gruñía con los dientes apretados. Los niños dieron la vuelta. Entonces vieron al general.

-Muy bien soldado. Y ustedes vayan al patio. Este sitio es zona restringida.

-¿Qué significa restringida? Preguntó Luis

-No haga preguntas a un superior, respondió Juanito, enrojeciendo un poco sus mejillas porque tampoco estaba seguro de lo que significaba esa palabra. La había visto en una película y eso bastaba para usarla.

-Mira Juanito, nosotros venimos de visita y …

-No me llames Juanito, interrumpió al primo Hugo. Soy el general Juan ahora.

-A ver si es verdad, dijo Hugo y dio un puñetazo en el hombro a Juanito.

Eso bastó para que se fueran unos sobre otros. Las patadas iban y venían, los puñetes y tirones de pelo. Mientras Centauro mordía los tobillos a los gemelos. El combate se ponía muy feo, cuando apareció la señora Marta quien tomó de una oreja a Juanito y a Hugo, mientras Luis seguía dando patadas al aire.

-Ya empezaron las peleas, ¿no?

-No, mamá si sólo jugábamos a los combates, respondió Juanito.

-Así, pues quiero ver a los soldados con las manos limpias y bien peinados sentados en el comedor del patio.

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