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LA OSA OLGA (2001)

La osa Olga no salía de su asombro. ¿Cómo podían haber llegado al bosque esos objetos tan raros? ¿Qué podría hacer con ellos? Olga no lo pensó más y se dio a la tarea de cargar todo hasta su cueva. Al menos así pensaría en algo que no fuera su gordura.

-Deja de comer.

-Un día de estos no vas a poder entrar a tu casa.

Olga había escuchado un sinfín de veces los mismos comentarios. Si bien al principio no hizo caso; con el tiempo, pensó que tal vez tenían algo de razón.

Esa mañana se levantó de su cama y encontró a una extraña frente a ella.

Abrió el hocico y le mostró los dientes para asustarla, pero la intrusa hacía lo mismo. Era su propia imagen reflejada en el espejo. Se veía enorme, más de lo que hubiera imaginado.

-No puede ser, se dijo la pobre Olga. Debo encontrar una solución para esto.

Olga sabía que tenía muchos amigos y que todos en el bosque la apreciaban, pero hace tiempo que no la invitaban a las fiestas, ni siquiera sus vecinos más próximos. Nadie quería sentarse con ella ni sacarla a bailar. Todos le hacían bromas pesadas. Entonces decidió hacer algo para cambiar esta situación, adelgazar.

Por eso su sorpresa fue muy grande cuando halló a orillas del río un cargamento de máquinas que después, al leer con calma los manuales, comprendió le servirían para hacer gimnasia.

Las llevó a su guarida y se encerró durante cuatro semanas para probar cada una de las máquinas hasta hacerse una rutina diaria de ejercicios.

Transcurrió el segundo mes y los animales del bosque comenzaron a sospechar que algo ocurría con Olga.

-Tal vez está enferma.

El zorro, que había visto a Olga llevar desde el río a su casa objetos enormes y pesados, espío a la osa y se enteró de su secreto. Entonces, le propuso a cambio de su silencio que se hicieran socios.

-¿Cómo? ¿En qué podemos asociarnos?

-En un gimnasio, querida amiga. Tú pones las máquinas y yo traigo la clientela.

Contenta con el acuerdo, pues le daba el título de empresaria, Olguita aceptó la propuesta del zorro, quien no dejaba de mirarla y asombrarse. Luego de estos dos meses, la osa lucía muy curvilínea y sin una gota de grasa. Se miraba al espejo y reía mientras ejercitaba en la bicicleta estática.

El zorro muy contento con su negocio invitó a la osa a salir para promover el gimnasio. Estaba seguro de que al verla todos querrían hacer ejercicio. Pero en su recorrido por el bosque los animales extrañados los miraban y se preguntaban quién era el animal que acompañaba al zorro.

-Soy yo amigos, la osa Olga.

-¡No, mientes! Tú no eres una osa, y menos Olga. Nuestra Olga es grande y gorda y tú te ves muy delgada.

Olga se asustó un poco con las palabras de sus amigos, pero el zorro le dijo que no hiciera caso. Sin embargo, al acercarse a otros animales sucedió lo mismo.

-¿Quién eres?

-Una osa, respondió Olga, sin atreverse a decir su nombre.

-¡Mentira! ¡Las osas no son como tú! ¡Dinos la verdad!


Los animales la rodearon y con ojos amenazadores la acusaron de ser una intrusa.

-¿Tú no eres una osa! Eres uno de esos animales de laboratorio que crean los humanos.

-¡Sí, eso eres! ¡Vete de aquí! ¡Fuera! ¡Fuera!

-Soy… soy… Pero no pudo continuar, el zorro la tomó del brazo y se la llevó corriendo de ese lugar.

-¿Qué haremos ahora? –preguntó Olga al zorro.

-Seguir con nuestro proyecto y olvidarnos de esos tontos.

Pero la osa miró al zorro detenidamente y comprendió que él sólo deseaba obtener dinero.

-No, aquí termina nuestra sociedad, dijo Olga, dando un puñetazo al zorro quien cayó de espaldas. Ya me cansé de escuchar a los demás.

Olga se fue a su casa y guardó las máquinas en sus respectivas cajas y estuvo todo el resto del día llevándolas al río. Allí, en el mismo lugar donde las encontró las dejó tiradas.

-A mí no me sirven. Yo soy una osa y debo estar contenta de serlo. Espero que a alguien más le sirvan esos aparatos. Yo quiero seguir siendo la osa Olga. Así afirmó y se marchó a su casa a cocinar un pastel de ciruelas.

Mientras e iba, una lancha pasó cerca de la ribera. Al ver las cajas se detuvieron asombrados.

-¡Éstas son las máquinas extraviadas! Es increíble cómo las hemos encontrado después de tres meses desde que se extraviara el avión. ¡Nos van a dar una gran recompensa!

-Sí, la dueña va a instalar con ellas otro gimnasio. Con el primero le ha ido muy bien.

Los hombres felices dieron la vuelta y se fueron río abajo para informar del hallazgo..

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