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EN EL BOSQUE (2001)



La coneja levantó sus orejitas y movió su cabecita hacia el río. No vio nada que la alarmara. De todas formas permaneció un rato más mirando hacia el río. Cuando ya estaba segura de que no había peligro, volteó la cabeza y se puso a comer de la abundante hierba verde que la rodeaba.

-¡Qué hambre tengo!- se decía, mientras sus finos dientes cortaban la hierba. Pero una carcajada interrumpió sus pensamientos.

-¡Ja, ja, ja!

La conejita miró hacia todos lados y detuvo su mirada en un mono que descendía de un inmenso árbol.

-¿Quién eres?- dijo muy cortésmente la conejita.

-Soy el que buscabas.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Yo soy el que lanzaba piedrecillas al río para que te asustaras, y el que se ríe al verte comer.

-¿Y no tienes nada mejor que hacer?- contestó la coneja muy enfadada.

-No

Ante esta respuesta, la conejita abrió sus enormes ojos, miró al mono, movió la cabeza rápidamente y siguuió comiendo.

-No te enojes -añadió el mono - ¿juguemos? La coneja sonrió y le dijo que jugaran a los nombres.

-Tú te someterás a dos pruebas y al cabo de ellas yo te pondré un nombre –explicó la conejita.

-Pero…

-No te preocupes, son fáciles las pruebas y tú saldrás ganando, porque te pondré un nombre que corresponda a un defecto o a una virtud que tengas, como lo hacen los humanos.

Al escuchar la palabra humano, el mono se sintió muy interesado, pues siempre le habían dicho que los monos se parecían a los hombres. Si el tenía un nombre, se parecería aún más, pensó.

-¡Ya! ¡Empecemos!- acabó diciendo el mono, mientras saltaba alrededor de la conejita.

-Bien, la primera prueba consiste en cruzar el río de ida y de vuelta, -anunció la coneja.

-¡Pero cómo, si está lleno de cocodrilos!- reclamó asustado el mono.Pero como viera que la conejita apuntaba con su patita al río, comenzó a acercarse a la orilla lentamente. Miró un momento y cuando vio venir un cocodrilo saltó sobre él y se quedó muy quietecito.

El cocodrilo se sacudió un poco, pero luego se movió hasta la orilla opuesta. Allí bajó el mono de un salto y comenzó a gritar de alegría.

-¡Lo logré, lo logré!

-Pero vuelve ahora, insistió la conejita, riéndose.


El mono más seguro de lo que hacía, volvió a saltar sobre un cocodrilo, pero su entusiasmo le hizo perder el equilibrio y caer al agua.

-¡Ay! Gritó la conejita asustada, llevándose las patitas delanteras al hociquito mientras el mono nadaba con todas sus fuerzas; pero cinco cocodrilos alertados por el ruido del agua lo perseguían. Pero nadó y nadó hasta llegar junto a la conejita, quien apenas podía creer que el mono s ehubiera salvado.

-Has tenido suerte- dijo la coneja, y sin esperar que el mono se repusiera del susto le dio la segunda prueba.

-Ahora debes traerme un huevo del aquel nido- dijo la coneja apuntando con una patita un viejo árbol en cuya copa había un pequeño nidito.

El mono todo mojado y asustado caminó hacia el árbol, pensando en lo mal que había hecho al proponerle jugar a la coneja. Cuando llegó junto al tronco, subió rápidamente, como acostumbraba subir a cualquier árbol.

Arriba, un hermoso nido le reveló cinco grandes huevos. El mono estiró un brazo para tomar uno, sin embargo inesperadamente llegó la dueña de los huevos, quien le llamó la atención por lo que hacía.


-Señora, sólo quiero que me preste un huevo. No lo quiero para mí, se disculpó el mono.

Ante la cara de indredulidad de la madre, el mono le explicó que lo necesitaba para una prueba muy importante y que luego se lo devolvería.

-Está bien, pero debes dejarme algo a cambio- respondió el ave.

El mono se miró de pies a cabeza y no encontró qué podría dar como prenda.

-¿Qué me vas a dejar? –insistió la madre.

-Eh, eh… - titubeó el mono hasta que sin saber porqué dijo, mi cola.

-Me parece bien.

Abajo, cuando la coneja vio venir al mono sin su cola se rió muy fuerte hasta caer de espaldas en la hierba.

-Aquí está el huevo- dijo el mono, muy colorado, tapándose el rabo con las manos.

Como la coneja no parara de reír, el mono se dio vuelta y corrió hacia el árbol para devolver el huevo y recuperar pronto su cola. Sin embargo, arriba la madre le tenía una mala noticia.

-Sé que has cumplido tu palabra, pero creo que confundí tu cola con un gusanito y se lo di de alimento a mis polluelos recien nacidos.


El mono se púso pálido y helado con la noticia.

-Pero no te preocupes, a cambio te daré una de mis plumas mágicas. Con ella podrás saber si alguien te está mientiendo o es sincero contigo.

El mono tomó la pluma y bajó el árbol mecánicamente. Al llegar junto a la coneja bajó el rostro y le dijo que no jugaría más.

-Nada de eso, lo estamos pasando muy bien. Tú has superado las pruebas y pronto sabré qué nombre darte.

Agradecido el mono por el apoyo de la coneja, se acercó y le dio un abrazo. Sin embargo, la pluma que le diera el ave cambió de color al tocar a la coneja. Al darse cuenta de que estaba siendo engañado, el monon le habló así.

-Mira, ahora vamos a hacer los dos la misma prueba. Tú también necesitas un nombre, por lo que necesito conocer tus virtudes y defectos para dártelo.

La coneja temerosa de que el mono la descubriera y se enojara tuvo que aceptar la prueba: correrían hasta el centro del bosque.

Los competidores se alinearon y a la orden de partida comenzaron a correr con todas sus fuerzas. La coneja dando grandes saltos con sus patas traseras y el mono, apoyándose con sus largos brazos.

Luego de varios kilómetros, la coneja seguía adelante sin posibilidades de que le mono la alcanzara. Su triunfo era seguro, pero de pronto, un aullido se escuchó y un lobo se lanzó tras la coneja.

Asustada corría y gritaba temiendo lo peor, pero cuando las fauces del lobo la rozaban, la conejita se sintió elevar bruscamente.

-Gracias, dijo la conejita y sepuso a llorar.

El mono gracias a su agilidad había subido a un árbol y tomando a la conejita de sus largas orejas la salvó del lobo.

-Si ya pasó, no llores- la consolaba el mono.

-Si no es por eso. Lloro porque tú me ayudaste y yo te engañé. Quería asustarte como tú lo hiciste al tirar piedrecitas al río, y reírme de ti como lo hiciste conmigo cuando me viste comer.

-Lo sé, dijo el mono.

-¿No estás enojado?

-No. Creo que yo también hice mal y me merecía el susto de los cocodrilos y perder mi cola.

-Fuimos unos tontos, se lamentó la conejita.

-Pero lo pasamos bien, dijo el mono haciendo una morisqueta que hizo reír a ambos.

-De todas formas te debo mi vida; así que como recompensa te daré un nombre- dijo la conejita poniéndose muy seria. Por tu valor, tu heroísmo, te llamarás Valentín.

-Me gusta, dijo agradecido el mono y agregó. -Yo por tus travesuras, te llamaré Pelusa.

Y así fue como Valentín y Pelusa decidieron ser amigos y compartir muchas otras aventuras en el bosque.

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